sábado, 13 de diciembre de 2014


Género Crónica:

PUEBLO FANTASMA


Para el año 2002, los cadáveres eran traídos a lomo de mulas, por la difícil zona, sólo existían largos caminos de herradura de Manaure, Cesar. A veces, por sus estados de descomposición eran metidos en bolsas negras y colgados en las barandas de los helicópteros del ejército, que luego atravesaban el poblado a muy baja altura. Poseídos por la angustia y el miedo, los habitantes se agrupaban en la única calle, para ver pasar los cuerpos colgantes. Después volvía el silencio, la soledad se apoderaba del entorno, todos se apresuraban en cerrar puertas y ventanas, ante la presencia inminente de la muerte. Lo que quedaba era un pueblo fantasma, en el que se escuchaba la corriente de un río en la distancia y los ladridos de los perros que corrían desesperados ante la aparición de extraños sujetos, uniformados y con armas en manos. 

La orden de disparar a quien me mire mal, a quien me haga mala cara, a quien se oponga a nuestra orden, está dada. Eran palabras de Elias Parra, uno de los jefes de los grupos armados que frecuentaban la población. Estos sujetos se montaban en carros, cuyos vidrios era polarizados y así andaban, subía  y bajaban  por la única calle, toda empedrada, como si fueran dueños de esta misma, poseídos por una autoridad impuesta por ellos, ante la intimidación que transmitían en sus expresiones. Se les veía uniformados en galleras, en salas de billares, también en visitas a sus clientes para el cobro de vacunas o sacando a la fuerza de las residencias a alguien para llevárselo hacía otros partes, sin piedad alguna, mientras la víctima se ahogaba en llantos y despedía con mirada triste a su familia, ellos por sus parte, eran conscientes de que era la última vez que los verían, que la muerte ya los asechaba y los condenaba olvido. A los días siguientes, cuando eran pasados por desaparecidos, los encontraban a través de los goleros que volaban la zona en la que estaban los cuerpos expuesto al aire libre. En ocasiones, por la inquietud del campesino al encontrar tierra removidas en sus fincas, conseguían varas y las hundían en profundidad en el lugar que fue removido, luego en movimientos bruscos se alejaban ante olor putrefacto que se desataba inevitablemente. 

Frecuentemente se iba la luz, así que al entrar  la noche, los habitantes prendían sus velones mientras seguían encerrados en sus casas, sólo una pálida luz se dejaba entrever entre los pequeños orificios de las paredes y puertas. Por muchos años, dejaron de existir espectadores que se sentaban sobre taburetes en los frentes de sus casas y mientras se bebían una taza de café, se detenían en mirar las constelaciones en la noche profunda, el miedo pudo más que ellos, ahora eran sometidos al espanto y la tragedia que regía y asechaba habitualmente.

En las afueras, el silencio se interrumpía, ante el canto de las ranas, grillos y chicharras, los pasos apresurados de personas extrañas no paraban, a veces el llanto de las nubes se precipitaba en el poblado, otras veces el llanto de una víctima más, que primero era paseada en el pueblo y luego era llenada a balazos en lo alto de las montañas del Perijá. En momentos, estallaban gritos, se escuchaban muy cerca, como traídos por el eco, en seguida morían en la distancia, eran gritos ambulantes en la soledad de las noches.
Los extraños individuos, en ocasiones, con sus fusiles al hombro y demás artefactos, se iban hasta la carretera en entrada al pueblo, allí al lado de una enorme piedra, a la sombra de sus propias sombras, detenían todos los vehículos que pasaba por el lugar, bajaban a las personas y las requisaban detalle a detalle, las miraban fijamente a los ojos y dejaban entre ellos a quienes les parecía sospechoso de ser informantes. En el mismo sitio, eran golpeados y humillados ante los demás. Todos con cara de susto ya imaginaban lo que les sucedería después… al subir de nuevo a los vehículos, entre sonrisas irónicas decía casi siempre y en voz alta el temido jefe: 

–Bienvenidos señores, aquí reside la muerte y este es el pueblo fantasma-.


Escrito por:
Bayron Rafael Araújo Campo

Estudiante de comunicación social
Código: 1065204773